miércoles, 1 de febrero de 2012

Padua. Una noche estrellada.


Esta noche bajaría las estrellas para crear con ellas un vestido de luces que ilumine tu cuerpo, una prenda transparente de luz que no oculte tu belleza sino que te dé el esplendor que mereces.

Esta noche bajaría las estrellas para que danzaran alrededor de tu silueta, que cubrieran de brillantes destellos tu cabello, oscuro como la noche, para tener el firmamento más cerca.

Tus ojos bien podrían suplantar al astro rey en el día y en la noche destellar como la Luna. Tu cuerpo, color de la tierra fértil, viva, bronceada por el sol, dunas en el desierto de arena fina, amanecer en la montaña y anochecer en el mar.


La suerte de tener un paraíso en mis manos, poder acariciarlo con la mirada y sentirlo con el alma. Qué suerte tener un universo inexplorado para mí, una isla desierta en el océano cargada de tesoros, la tierra prometida que puedo estrechar en mis brazos, esa es la suerte que tengo.

Bajo las estrellas acariciaría tu cara iluminada y me acercaría a tu oído para, con una voz muy débil pero segura, casi inaudible pero clara, decirte “te amo”, y continuar con el beso más dulce y apasionado con el que jamás has soñado.

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