El tema es que entre canción y canción también
intercambiábamos relatos que o bien habíamos inventado o bien habíamos leído en
alguna parte. Uno de los que contó nuestro amigo André me pareció curioso y lo comparto
con vosotros, él lo tituló “los tres consejos del rey”, o algo así:
“Había una vez un muchacho que vivía en un pueblito pequeño.
Un día conoció a una preciosa chica también de su pueblo y se enamoró. La
muchacha quedó embarazada pero como ellos eran muy pobres él decidió irse a
buscar un trabajo lejos de su pueblo para poder mantener a su familia. El
muchacho caminó y caminó y al final llego a un precioso castillo. El rey lo
recibió y el muchacho le contó su historia, a lo que el rey le respondió
dándole trabajo como ayudante en la cámara real. Pasaron los años y el muchacho
había cogido tal confianza con el rey que ya prácticamente eran como amigos.
Pasaron 20 años desde que el muchacho marcho de su tierra y creyó que ya era tiempo
de pedir su parte al rey y regresar. Se reunió con el rey y éste le ofreció un
trato. Podía pagarle una gran suma de dinero por los 20 años a su servicio o
bien podía ofrecerle 3 sabios consejos. El hombre se quedó un rato pensativo
pues si se quedaba todo el dinero no necesitaría trabajar más en su vida, pero
quizás los consejos le fueran necesarios, así que al final dijo: “me quedo con
los consejos”. EL rey se sorprendió gratamente pues pensaba que había
tomado una buena decisión.
- El primer consejo que te doy – dijo el rey – es que nunca
dejes un camino viejo por seguir uno nuevo. El segundo, que no te metas en asuntos
que no te incumben. Y el tercero es que antes de actuar piensa dos veces.
El muchacho no entendió muy bien para qué le iban a servir
estos consejos, aun así agradeció al rey, tomó sus pertenencias y empezó el
camino de regreso.
Al poco tiempo de estar caminando observó una bifurcación,
por un lado seguía el camino viejo, por el que él vino cuando llegó al
castillo. Pero éste parecía en desuso, las hierbas habían ocultado parte del
mismo. Al lado había un camino nuevo, adoquinado y mucho más acondicionado,
parecía llegar al mismo lugar. Por un momento pensó en ir por el nuevo camino
pero recordó el consejo del sabio rey que le decía: “Nunca dejes un camino
viejo por seguir uno nuevo”, entonces se lo replanteó de nuevo y decidió tomar
el antiguo camino.
Llevaba varios días de viaje y las provisiones escaseaban
ya, además empezaba a hacer frío y se estaba haciendo de noche. Entonces vio a
lo lejos un castillo y se aventuró a preguntar por refugio. Enseguida le
abrieron y el señor del castillo le invitó a comer, pues estaba solo y pensó que
un poco de compañía no le vendría mal. Empezaron a servir la cena, un gran
banquete, y mientras el señor le preguntaba sobre la vida del hombre. Éste le
contaba todo aquello que podía para tener contento al señor. No obstante, el
hombre no dejaba de escuchar unos gritos que parecía que venían de unas
mazmorras, eran bien desagradables y se moría de ganas por preguntarle de dónde
procedían aquellos aullidos. Pero de pronto volvió a recordar el segundo
consejo del rey, “no te mentas en lo que no es de tu incumbencia”, y decidió
ignorar el griterío.
- Estoy asombrado, – dijo el señor al terminar la cena – has
estado toda la noche aquí y no me has dicho ni una sola palabra acerca de los
gemidos. Eso me alegra, pues siempre que tengo algún invitado como tú me
pregunta, lo cual me pone muy furioso y lo encierro allí con el resto. En cambio
tú no has dicho nada y por ello te voy a regalar un caballo y provisiones para
que tengas un buen viaje de regreso y además añado 15 monedas de oro, con lo
que tendrás para alimentar a tu familia durante un buen tiempo.
- Muchas gracias, - dijo el hombre – aunque antes de marchar
me gustaría hacerle una pregunta. Al venir hacia aquí había una bifurcación con
dos caminos, uno bien nuevo y el que me ha llevado hasta aquí. ¿A dónde se
dirige el camino nuevo?
- Buena pregunta, el nuevo camino es prácticamente paralelo
a éste, la diferencia es que aquel camino está frecuentado por comerciantes,
pues llevan carros pesados y esto atrae a los ladrones que también merodean la
zona, estoy seguro de que te hubieran asaltado. En cambio, este camino es tranquilo
pues nadie se aventura a tomarlo. Y ahora ve y no te demores, pues tu mujer
lleva muchos años esperándote. – Concluyó el señor.
En los siguientes días el hombre avanzó bien rápido,
pues tenía un buen caballo. Al fin estaba llegando a su casa, se plantó en la
puerta e hizo la intención de llamar, pero se detuvo antes de hacerlo y prefirió
mirar por la ventana a ver si había alguien. De pronto, vio una imagen que le
sobrecogió, su mujer estaba abrazando a otro hombre, joven, bien alto y fuerte.
Ella le había traicionado. Entonces entró en cólera el hombre y cogió un
garrote que había en la puerta esperando a que saliera el amante. La puerta se
abrió y cuando estaba a punto de dejarlo seco de un garrotazo recordó el tercer
consejo “piensa dos veces antes de actuar”. Esto hizo que bajara el madero y lo
depositara en el suelo. Miro bien a aquel hombre y se fijó en sus ojos, eran
igualitos a los suyos. Era su hijo. ¡Pero qué barbaridad hubiera cometido si
hubiese actuado sin pensar! Él se presentó, y los dos se fundieron en un abrazo.
Gracias a los tres consejos del sabio rey el hombre consiguió regresar con
su familia.”
Bueno, y hasta aquí su relato, o mi versión de su relato pues tampoco lo recuerdo palabra por palabra. No es que sea muy profundo, ni demasiado elaborado, pero tiene su aquel. Se le pueden dar muchas interpretaciones a esos tres consejos. Espero os haya gustado.
¡Qué bonita historia! :D
ResponderEliminarUn poco largo para estar escrito por ti, pero me ha gustado! Mientras lo leía, me imaginaba estar viendo un episodio de "El Narrador de Cuentos" ("El Cuentacuentos" en España XD); sería un buen episodio, ¿sí o sí? ;)
ResponderEliminar