martes, 8 de noviembre de 2011

Venecia. El día más largo.


ATARDECER.

Son gigantes, están por todas partes, me miran, me observan, pero no se mueven, no tiemblan, seguros de sí mismos. Con brazos de hierro se abrazan, mantienen las distancias, vías de transporte que les recorren el cuerpo, se introducen en sus entrañas y luego vuelven a salir. Sus cabezas están tan altas que es imposible verlas, aunque sé que desde arriba permanecen vigilantes. Creo que algo quieren contar, de algo quieren advertir.

Dormida, impasible a la situación, Morfeo vino a buscarla, no hay nada que hacer. Cada vez nuestra distancia se acentúa más, físicamente tan juntos pero una eternidad entre nosotros.

Parece que ahora han decidido cubrir el cielo con el manto gris, plomo, como suelen decir aquí.

NOCHE.

Ahora ya es negro. Llantos en la noche, no auguran nada bueno. Parece que ya lo sabían, eran conocedores, tan altos, tan grandes. Se esconden tras el oscuro velo de la noche para no volver a aparecer. Luces de colores como de una feria ambulante, un espejismo.

La noche es larga, abrupta, distante. La mirada recorre la estancia, balanceante mirada, sin una visión clara; los ojos, se mueven una y otra vez en su búsqueda incansable; la imaginación vuela, imágenes inertes recorren el angosto camino de los pensamientos, cada visión es peor que la anterior. Tambores. El tiempo pasa y en su transcurso la realidad se unirá a lo imaginario. Ese es el temor, el miedo, la angustia, la rabia, la decepción, desesperación, desfallecimiento, llanto.

Los músculos que antes parecían inmóviles reciben el impulso eléctrico del cerebro, reciben la orden: ¡Muévanse!

Descienden. El contacto del frío metal en los pies no los detiene a caminar, primero en una dirección, en dirección a la esperanza. Al comprobar que el lugar se encuentra vacío el color verde desaparece de la mente, se convierte en un azul oscuro muy triste, como el del mar en la noche, una noche sin luna, sin estrellas. Los pies ya se dirigen temblorosos en la dirección opuesta, vacilantes, con un rumbo claro pero con temor a lo que pueda venir, ahora los pensamientos no dejan espacio a la duda. Un sentimiento contrariado recorre el cuerpo, sabe lo que va a venir, ojala sea mentira, pero la única manera de estar seguro es dejando que las extremidades inferiores sigan su camino.

Ahora son las manos las que sienten el frío metal, los ojos ven pasar esas líneas horizontales de arriba abajo, haciéndole saber al cerebro que la ascensión marcha bien. Los tambores, que sonaban ya con ritmo desde que los ojos habían dado la voz de alarma por su ausencia, sonaban ahora con más fuerza. En cada escalón el ritmo cardiaco se incrementaba, dum, dum, dum, dum… El sonido era insoportable, parecía que toda una tribu golpeara con fuerza la piel tensa de sus instrumentos. Como si una esfera se hinchara en el interior y se deshinchara con cada golpe percutido. Cada vez era más grande, cuesta respirar, mantener la calma. Es una batalla interna donde se puede oír el rugido de los cañones, la tempestad en el mar, los bramidos de un volcán que expulsa al infierno de sus entrañas, a la bomba caer mansa del cielo que a Espronceda tanto le alegraba ver caer; el instante más violento de la batalla de Lepanto, la tormenta que hundió a la Armada Invencible, el terror en la cámara de gas.

Fuera todo parecía tranquilo, inalterable, un silencio sospechoso, demasiado amable. El azul oscuro de antes empezaba a volverse de un rojo destellante, infernal, bravío, rápido, amenazante, peligroso, incandescente. Es cuando el hechicero aparece e introduce la mano en el pecho para extraer, después de hacer crujir las costillas, el estómago, estrujándolo hasta que por la presión los líquidos se escapan entre sus dedos. Todo eso pasaba dentro de la muralla corpórea después de que las pupilas dilatadas dejaran entrar aquella imagen, una imagen que ya era conocida, ya había pasado una y otra vez por la mente, la diferencia es que ahora era verdad, estaba allí, era la realidad, por fin el nexo de unión aparecía.

A partir de ese momento todo se volvió oscuro, todo se congeló, helado viento soplaba en medio de la lengua del glaciar, en medio de la nada, todo era distante, infinito, frío, muy frío, pero el sudor igual manaba. La boca seca y el estómago vacío. En realidad todo estaba vacío, era un vacío inmenso, todo había desaparecido, salvo la imagen, una imagen que está grabada a fuego, y se repite. Es una proyección de diapositivas, mentira, de diapositiva, solo una, que se repite una y otra vez, una y otra vez.

La sirena sale del agua, mojada, bella, pero traicionera, embustera, malvada. A simple vista no lo parece pero así es, sin ninguna duda. Quiere arrastrar al ente al fondo del océano, es su misión, sus ojos hipnotizan pero ya son conocidos, por ello que no existe la confianza, no hay perdón que valga, la noche es para el llanto, la amargura, no para el perdón.

Larga es la noche, parece que el tiempo se detiene a la espera de que salga el sol, un sol que nunca sale, un sol que se ha apagado, ahora todo es en blanco y negro, muerto, inerte, sin color, sin olor ni sabor, sin luz ni claridad, todo parece envuelto por una niebla gris, densa, que no deja a los pulmones funcionar, no es vapor de agua, es ácido, ahoga, adormece la mente. La noche está concebida para dormir, no para hablar, para descansar, no para persuadir.

AMANECER.

Parece que un rayo de sol quiere empujar el manto negro. Un azul celeste tiñe el cielo. El verde de los árboles a ambos lados del río hace que el corazón se relaje. La luz del día empieza a brotar, hay una tregua aunque el frío de la noche pasada sigue anidado en lo más profundo. Las nubes empiezan a pintarse de rojo, pero ahora ya no parece un color amenazador, parece que el día quiere explotar, aunque aun hace frío. Ha sido una larga noche.

DÍA.

Cada palabra que no quiero creer sale de su boca. Mentira, sí quiero creer, quiero confiar, ¿por qué no? Quizás es eso, una mala praxis, un intento fallido. Ha logrado su objetivo, pero no le gusta el resultado; el cuerpo quiere perdonar, la mente, como siempre, cauta, fría, calculadora cree que no es buena idea, sabe lo que puede pasar. ¡No tienes memoria, la memoria soy yo! Le grita al corazón. Pero no quiere escuchar. El consejo de sabios se ha reunido, escuchan los argumentos del acusado. No había consumido drogas, fue un ataque premeditado, a sangre fría, aprovechando un desliz de la víctima. ¿Cuál es el fallo del jurado? La defensa, el corazón, intenta convencerles, no tiene argumentos lógicos, como suele acostumbrar, siempre apela al sentimiento utilizando las más oscuras y sucias triquiñuelas. En cambio, el cerebro utiliza argumentos, él es el dueño y señor de todas las bases de datos de la memoria, tiene la experiencia de lo sucedido en veces pasadas, lo tiene muy claro, no se perdona.

Aunque el cerebro es quien tiene la última palabra el jurado tiene una decisión, y él ha de acatar. “Se libera de todos los cargos al acusado, démosle una segunda oportunidad tal y como pide”.

El cerebro no está contento con la decisión por ello avisa y añade: “Estará en libertad condicional y a la mínima que se produzca el más pequeño fallo se procederá a culparle con la máxima pena”.

Así continúa el día, parece que la luz ha borrado cualquier atisbo de sombra de la pasada noche, todo parece blanco, puro, los colores son vivos y así pasan las horas.

ATARDECER.

Algo cambia en el cielo, la luz no es tan intensa pero es capaz de entrar hasta lo más hondo. De pronto un rayo rojo se desprende del cielo y atraviesa el cuerpo. Es capaz de perforar el corazón y el estómago, y el cerebro recibe la señal. Algo va mal, ya no funciona todo como es debido, ya vuelve a hacer frío, el calor que se sentía durante todo el día ha disminuido, ya no tiene fuerza. Por mucho que cada parte del cuerpo quiere evitarlo ahora el cerebro habla y todos escuchan, ahora parece más sabio que nunca, la decisión es clara, no hay vuelta atrás. La luz se desvanece, vuelve la noche, irremediablemente.

Todo es cíclico, todo vuelve, volverá la luz ¿pero cuándo? Esperemos que llegue el verano, el invierno ya está durando mucho.

NOCHE.

3 comentarios:

  1. pronto llegará el verano para todos (:

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  2. Un texto muy reflexivo a la vez que emocional!, me ha hecho gracia esto tío, este mes nos ha dado por escribir casi a la par! jaja, ainns.... parecemos las tías con la regla.

    Un abrazo! y espero que vaya todo genial por allí :)

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  3. jajaja qué pasará por nuestras cabezas... y de quién será la culpa...

    Debemos de tener conexión mental, como los gemelos. ;) Además de que he pensado lo mismo cuando he leído tu último post, sin aun ver este comentario.

    Cuídate y a ver si hablamos un día!!

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