“Había una vez, en un asentamiento “UngaUnga”, mucho anterior a los Cromañones, por lo menos
en la edad de los Picapiedra, un niño que todo lo preguntaba.
-Papá, papá, ¿por qué se hace de noche y luego
de día? – Preguntaba el niño a su padre.
-Yo qué sé hijo. – Contestaba su padre.
-¿Y por qué se mueve el sol?, ¿y por qué por la
noche sale la luna?, y las estrellas, ¿qué son papá?, ¿a qué huelen las nubes? – Preguntaba
insistente el hijo.
El padre, ya harto de escuchar al hijo, y al no
saber la respuesta le contestó:
-Mira hijo, a qué huelen las nubes se lo
preguntas a tu madre –sí, es un comentario machista, pero en esa época eran muy
machistas-, con respecto a lo del sol y la luna y tal, algo te puedo explicar:
El Sol es un dios, un dios que nos vigila y nos
protege durante el día, es el dios del fuego y por ello es el que calienta con
la hoguera el interior de nuestra cueva. Pero es un dios algo arrogante, y no
le gusta que le miren directamente, si lo haces te quema los ojos y te deja
ciego. Por la noche sale su mujer, la luna, a pasear, y siempre va acompañada
de un montón de doncellas blancas que son las estrellas.
El dios Sol es generoso, y de vez en cuando nos
regala agua dulce del cielo, aunque a veces, si nos portamos mal nos tira mucha
agua para que nos ahoguemos y lanza rayos de fuego que queman hasta los
bosques. Por eso no hay que hacerle enfadar.
Y así prosiguió el padre contándole historias
inventadas a su hijo hasta que el hijo dejo de preguntar.
Al día siguiente, el niño se fue con los amigos
y les contó las maravillas que su padre le había contado. Todos escuchaban
atónitos el relato del pequeño. Cuando acabó el discurso, todos volvieron a sus
casas y contaron lo que habían escuchado a sus padres.
En la aldea se generó gran conmoción por lo
sucedido, pues al parecer alguien había dado con la solución para que los niños
dejaran de preguntar “tonterías que no tienen relevancia para la vida”, según
describían algunos. Por lo tanto se decidió formar un comité de sabios para
regular y perfeccionar aquellas historias y que todos contaran las mismas.
Con el paso de los años estos niños fueron
creciendo y se hicieron mayores. Formaron sus propias familias y tuvieron hijos.
Cuando sus hijos empezaban a hacer preguntas estos lo tenían muy fácil, pues
simplemente les contaban los cuentos que a ellos mismos les habían contado. En
el caso de que alguna pregunta no tuviera solución iban corriendo a casa del
sabio de la aldea, que era aquel que se había inventado aquellas historias, y
les proponía una nueva.
En la aldea todos eran muy felices pues, fuera
como fuese tenían la respuesta a todas y cada una de las preguntas. Y lo mejor
de todo era que ellos creían que eran verdad y confiaban en el sabio.
El sabio siempre quería contarles que todo
aquello era mentira, que se lo había inventado él, pero nunca encontraba el
momento idóneo. Al poco tiempo el sabio murió sin desvelar el secreto. Con el
paso de los años y del boca a boca, las historias del sabio fueron modificadas
y cada vez eran más fantásticas, más mágicas y más maravillosas. Todos creían
que eran verdad, e incluso creaban altares para rezar a los falsos dioses que
el sabio había inventado.
El problema surgió cuando una persona se dio
cuenta de que esto era mentira. Y en vez de desvelar el secreto decidió
utilizar la gran influencia del viejo sabio para manipular a los ciudadanos.
-Yo estuve una vez con el viejo sabio y me dijo
que para que el mar dé más peces hay que hacer una ofrenda al dios del mar una
vez a la semana. Si queréis yo me encargaré de construir el altar en mi propia
casa, ya veréis como la pesca se multiplica cada día.- Dijo en una ocasión para
así obtener comida gratis.
Y así, día tras día, iba añadiendo más y más
frases al legado del sabio. Se hizo muy rico a costa de los demás, e incluso lo
nombraron sacerdote del poblado. Llegó a afirmar que podía hablar con el sabio
muerto y rezar por todos los de la aldea.
Con el tiempo, las historias del sabio, muy
modificadas por el paso del tiempo, se reunieron junto con más historias
populares de otros poblados en un solo libro. Ahí estaba la verdadera religión,
según afirmaban ellos, y lo denominaron “el libro sagrado”. Aparecieron también muchos profetas que interpretaban de maneras diferentes aquel texto.
Muchos fueron los que conquistaron y mataron
por él, manipularon, quemaron, torturaron, saquearon, etc. Si aquel hombre
sabio hubiera sabido en qué se iba a convertir aquel cuento para niños, hubiera
preferido nacer mudo.”
El
anterior relato es completamente inventado, cualquier parecido con la realidad
es pura coincidencia. ¿A quién se le ocurriría pensar que esto pudiese haber
pasado así?
Yo tengo mi propia religión y trato de vivir el día a día de la manera más acorde con mis ideas y sentimientos, siguiendo los principios en los que creo, los que yo misma me he trazado. No me queda más que agradecerte por esta historia, pues la considero un regalo, una de las mejores analogías de lo que todos ya sabemos, y no podría estar más de acuerdo contigo y con aquel hombre sabio ;). Saludos!
ResponderEliminarxD, ¿quién puede pensar tal cosa? por favor... Vaya suerte tiene tu hermana tío, su hermano mayor le enseña estas cosas en vez de recomendarle peinados para ligar más. ;)
ResponderEliminarNo se aleja de cómo yo lo había imaginado. Demuestra la falta de fundamento de las religiones y de las desigualdades.
ResponderEliminarSaludos! :)
Ahora entiendo tu respuesta con respecto a religión en aquel café de la uni... Debí haber leido esto antes de preguntar jajaja... Buena analogía como dice Ana Lucia.
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