miércoles, 19 de octubre de 2011

Roma. Otra vez la misma historia.

¿Qué haces aquí? ¿Cuántas veces te he dicho que no quiero volver a verte? ¿Es que no me entiendes cuando hablo? Estoy harto de que entres en mi casa sin avisar, ¿Cómo has conseguido esta vez la llave? No, no me mientas, yo no te la di. Sé perfectamente lo que hice la otra noche, pese a estar ebrio, y recuerdo que te dije que no quería volver a verte, así que imposible que yo te diera la llave.

¿Qué no te acuerdas lo que pasó la última vez que lo intentamos? Entonces sí que quería que estuvieses aquí, a mi lado, y perfectamente sabes lo que pasó. ¿Por qué me dejaste? Tan solo estuviste tres meses, y me arruinaste la vida, te llevaste contigo todo lo que yo, durante tanto tiempo, había ganado. Aun así tuve que trabajar duramente durante tres años más para enmendar tu huída, pese que ya no estabas a mi lado. Sabes que aquella casa la compré por ti. Siempre esperé que regresaras. Vendí la casa y pude marchar del país. Sé que después intentaste localizarme, no me lo repitas, pero yo hice todo lo posible para que no me encontraras.

Sí, hace ya dos años que marché, y cinco de la última vez que nos vimos. Lo del otro día, sí, lo de encontrarnos la pasada noche fue pura casualidad. Sabes que cuando bebo soy mucho más fácil de convencer, por eso accedí a tomar una copa contigo, por los viejos tiempos. Pero de ahí a que quieras volver conmigo hay un mundo.

No, no voy a echarte, pero no porque no quiera, si no porque sabes que no puedo hacerlo. Nunca te obligué a nada, pero si te quedas me harás daño, ahora no estoy preparado. Sí, tienes razón, pero sabes que no solo depende de ti y de mí. Es algo que nunca entendiste, tú vienes y te vas cuando te place, sin previo aviso te presentas y luego, sin dejar la más mínima nota, te marchas. Lo más que recibí fueron un par de cartas tuyas prometiéndome que ibas a volver. Mentira. Cuando más te necesitaba no estabas. Ahora he aprendido a vivir sin ti. Sin tus caprichos, sin tus arrebatos de pasión. Sé que la vida contigo es más emocionante, pero, no puedo confiar en ti. Me has traicionado tantas veces que ya he perdido la cuenta. Nunca me has tratado de manera justa, además, cuanto más te digo que te vayas, más intención tienes de quedarte, y eso es algo que odio.

Por cierto, ¿has hablado con ella? No. Como siempre. Sabes que ella es la clave, si ella te da permiso y te deja entrar en su casa puedes entrar en la mía, siempre ha sido así. Bueno, vale, tienes razón. Las últimas veces sí que ibas a su casa y aun así yo no quería oír hablar de ti. Pero ahora aquí estás, ya has dejado tu ropa otra vez en el armario, vienes dispuesta a quedarte. Solo te pido una cosa, por favor, habla con ella, intenta colarte en su casa igual que has hecho conmigo, yo te echaré una mano, hablaré con ella también, pero sabes que sin ti no tengo nada que hacer. Eso sí, si no lo consigues, vete, por favor, vete de aquí y déjame en paz, ya tendrás tiempo de regresar, pero no me vuelvas a hacer lo que tantas veces me has hecho. No me tiendas otra vez tu trampa, pues sabes que soy débil y volveré a caer en tu red.

Estás a tan solo un paso del odio, y normalmente no correspondes como es debido. Me dices que mucha gente hace grandes cosas por ti, y que cuando te lo propones puedes mover montañas. Pero yo he luchado tantas veces por ti, y casi siempre he perdido. Siempre te propones como una alternativa a la guerra, pero en el fondo lo único que cambias es el campo de batalla, ya no hay lucha física, es interna, es siempre entre tú y yo. ¿No comprendes? Me dices que la gente muere por ti e incluso mata por ti, y te quejas de que yo no quiero luchar en tu nombre. No, no lo voy a hacer, o quizás sí, eres una víbora y en cualquier momento me inyectarás tu veneno, tu droga. Contigo es una batalla perdida, lo único que te ruego es que no me hagas daño, no me hagas daño otra vez, amor.

2 comentarios:

  1. Si añadimos tiempo, lugar, distancia, incluso malentendidos, el sentimiento en cuestión puede cambiar. Si se consigue el que uno quiere, se puede hacer más fuerte o más débil, y nadie lo puede predecir. Pero se trata sólo de detalles. Según un proverbio turco “por el amor de una rosa, el jardinero es servidor de mil espinas”, y es completamente seguro que esa rosa morirá algún día, pero ¡qué feliz será el jardinero con tan sólo vivir el momento en que, bajo su propio cuidado, sacrificio y daños sufridos, la belleza máxima de esa rosa le regale una sonrisa!... Disfruto tanto leerte… ;)

    ResponderEliminar