viernes, 26 de agosto de 2011

Carta a un neonato.

Aun no has nacido y lo primero que piensan tus padres es en etiquetarte. Menudo empeño. Doctor, ¿es niño o niña? Es el primer club del que formarás parte. Esto te va a marcar de por vida. Luego empiezan a buscarte un nombre, ese código por el cual has de girar la cara cuando lo nombran, lo primero que dirás cuando conozcas a alguien y lo primero que querrás saber de la otra persona. A este nombre le acompaña otro código extra correspondiente a tu linaje, tus apellidos. Ya formas parte del club de tu familia, ese grupo de personas extrañas con el que deberás compartir en menor o mayor medida tu vida. Te aviso, esta gente no la elijes tú. Los tendrás que aguantar por el mero hecho de “ser tu hermano”, “tu madre” o “tu tía”; aunque tengas una manera contraria de pensar o creas que no tienen razón.

A medida que irás creciendo irás perteneciendo a más grupos. Tus primeros amigos serán los hijos de los amigos de tus padres. Más tarde los de preescolar, los del fútbol, los del repaso, los del inglés, etc. Aun así serán grupos pasajeros. Y llega la adolescencia, la hora de las grandes elecciones. Elije a tus “mejores amigos”. Decide la forma de tu firma. Hetero, homo o bisexual. Rock, pop, jazz, blues, swing… o simplemente maquea tu moto y escucha ruido. Choni/cani, gafapasta, perroflauta o pijo. Elije ideología política: PP, PSOE, o pensar con la cabeza y ser algo más crítico. Monárquico, anarquista o antisistema. Ciencias o letras, estudiar o trabajar. Dulce o salado. Carne o pescado. Creyente o ateo. Cásate o sigue soltero un tiempo más. Busca a tu pareja: alta, baja, rubia, morena, pelirroja. ¿Hijos? 0, 1, 2, 3, 4 ¿más?, ¿adoptar? Y así proseguirás hasta tu muerte, ¿Enterrado o incinerado?

Sí, ya lo has visto. El mundo nos obliga a elegir. A ser de unos o de otros. Y yo estoy harto. De los unos y de los otros y, sobretodo, de las etiquetas. Nacemos marcados, y como las muescas que los vaqueros del oeste, antes de intentar invadir el mundo, hacían en sus revólveres por cada muerto a sus espaldas; cada elección te deja señal en la piel. Tatuajes invisibles que te condicionan, te dan privilegios y te los quitan. Hacen que la utopía de la igualdad se resquebraje. Muchas las eliges tú, otras te vienen impuestas. Estas últimas son las peores. Sufrirás problemas de racismo, xenofobia, homofobia, hambre, guerras, injusticias, etc. Sin tú haber elegido nada. Muchos, si hubieran podido elegir, no hubieran nacido.

Ahora ya tienes unas cuantas razones para no nacer. ¿Qué tal si ahora te convenzo de sacar tu cabeza entre las piernas de tu madre? Naces, eres diferente a todos gracias a estas etiquetas que antes he mencionado. Serás único, irrepetible, singular, con tu propio carácter, personalidad, apariencia física y psíquica. Muchos te querrán simplemente por ser diferente, por ser tú mismo. No sé qué va a ser de tu vida, pero sé que solo la vivirás tú. Es tu lienzo, tu arcilla, tu papel en blanco, donde pintarás, moldearás y escribirás a tu antojo diseñando tu futuro. Es la experiencia más bonita, el mejor viaje, y en él te encontrarás con muchos que participarán en tu carrera vital, que correrán a tu lado y contra ti, por ti y para ti y tu lo harás con, para, por ellos. Por eso te digo que aproveches la oportunidad de la vida y que además hagas más fácil a los demás el vivir la suya, por la cuenta que me trae.

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